Este poemario trata de ser una aldaba en el alma del lector. Un espejo en el que se reflejen sus emociones a través de versos y estrofas. Un recorrido por las relaciones y los sentimientos que estas provocan a lo largo del tiempo, es decir, la vida en definitiva. La vida, el tiempo. Cómo lo percibimos desde la nostalgia o el deseo, desde la desesperación absoluta o desde la mayor de las alegrías. La disforia del tiempo y de la vida, su ciclotímia intrínseca. La certeza de que hasta el momento en que algo muere definitivamente, incluso uno mismo, no llega la calma que siempre aparece cuando algo se termina del todo.
EL AUTOR
AUTOBIOGRAFÍA Y DESCRIPCIÓN DEL ANIMAL
Mi nombre es Ricardo, Ricardo Ledo. Nací en Ferrol, una pequeña ciudad rodeada de mar, hace cincuenta y dos años. No hice nada demasiado sobresaliente ni a nivel académico ni profesional, estudié el bachillerato y aprobé una oposición para Correos. El editor me pide una pequeña autobiografía compromiso que ya he cumplido en los tres renglones anteriores, pero no quería dejarla tan aséptica, así que me propongo a completarla con la mejor descripción de mi vida y por tanto, del animal que se me ocurrió en una fecha muy especial. Mi cincuenta cumpleaños: L. Esos son los años que hoy cumplo, poniéndolo así parecen menos. Otro once de mayo que me levanto con esa sensación de que estoy vivo, aunque me doy cuenta de que cada vez me queda menos tiempo por vivir. Esa sensación que te llenaba completamente de niño cuando te sentías como el paquete de caramelos que llevabas al colegio sabiendo que ibas a ser el protagonista del día más especial del año, o del olor a esa brisa mezclado con la arena y el mar de los veranos que empezaban los últimos días de clase en el instituto, cuando aún la vida entera es un sueño, comienza a vaciarse lentamente como los cubatas y las noches que dejan sin efecto los domingos que vas gastando cada fin de semana al mismo tiempo que la rutina de la realidad dura de lunes a viernes, y se va haciendo más tediosa y más rápida a la vez. De pronto te das cuenta de que la vida es un sistema binario que transcurre en décadas, cada diez años tu mundo es distinto, tenemos tantas vidas como décadas y muy pocos llegan a diez. Lo bueno es que podemos tener más vidas que un gato si aprendemos a caer de pie, y aunque sea un sistema diádico lo importante no es la cantidad, si no la calidad y la intensidad.
Seguro que por eso nos acostumbramos a vivirla de diez en diez. Hoy me desperté junto a mis hijos, desayunamos y soplamos las velas, el cero no encendía bien. Supongo que se solidarizaba conmigo, sabía como yo, que la próxima vela que lleve delante va a ser un seis. De todos modos soy feliz. A pesar de virus y cuarentenas que nos han robado el tiempo en las aceras, que es donde en realidad transcurre la vida, la grande, donde se mezclan las vidas de todos, soy feliz. A pesar de mis recurrentes nudos en la garganta cuando miro desde la ventana que llevo dentro. A pesar de que algunos sueños ya se han quedado en eso, en sueños. A pesar de que cada vez el uno se aleja más del cero. Soy feliz. Lo tengo todo, es decir, la sonrisa de mis hijos. Y después para lo demás y los demás siempre tengo las puertas y las ventanas abiertas. Llevan cinco vidas abiertas para que entréis y salgáis cuando queráis y por donde queráis. Eso sí, me gustan más las bienvenidas que las despedidas, y ya que empiezo década al mismo tiempo que la fase uno y ya podemos tomarnos una caña en una terraza, estáis invitados e invitadas a la inauguración de mi nueva vida. Así que si quieres formar parte del acervo de todos los dieces que me quedan, aquí me tenéis. Gracias a todos los que se acordaron de mí. Y a los que no también. Algunos se acordaron alguna vez y otros se acordarán. L, 50, Cincuenta, medio siglo. Gracias de corazón. Se os quiere mucho a todas y a todos los que estuvisteis, estáis o estaréis.
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