Malí. 2013. El primer equipo de Apoyo de Fuegos procedente de España aterriza en el país africano. Diez militares españoles llegan con la misión encomendada de instruir Grupos Tácticos Inter Armas creados por el Ejército de Malí con el fin de enviarlos posteriormente al norte para combatir a los rebeldes. A su alrededor todo es tierra roja. Y calor, mucho calor. Una mezcla que les anticipa los siete meses de duro trabajo que tienen por delante. Vivirán en el Koulikoro Training Center, la antigua escuela de los oficiales malienses, entre septiembre de 2013 y abril de 2014.
El sargento 1º Juárez (destinado por entonces en la Bandera “Roger de Flor”, 1ª de Paracaidistas, de la Brigada “Almogávares” VI) era uno de los componentes del primer equipo de Apoyo de Fuegos que España enviaba a Malí aquel septiembre de 2013, aunque no de la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Malí (EUTM, por sus siglas en inglés). A lo largo de Memorias de África (a orillas del Níger) (Ediciones El Drago, 2018) relata cómo se preparó a fondo para conocer la historia de un país que, hasta el momento, era un enigma. “Siempre hemos visto África como la gran olvidada”, reconoce en la introducción del libro, en la que cuenta los antecedentes del país y el porqué de la misión con el objetivo de acercarla a los ciudadanos. Sobre todo, pretende dar a conocer la labor del Ejército.
Eran diez. Diez instructores paracaidistas conscientes desde el principio de que, si un año antes les hubieran dicho que la siguiente misión era allí, ninguno lo hubiera creído. Al llegar a Koulikoro, la situación era estable tras el golpe de Estado en marzo de 2012, aunque el norte era la zona convulsa donde empezaban a concentrarse los grupos yihadistas. “Entramos en septiembre y éramos alrededor de 300 militares procedentes de multitud de países europeos, entre los que estábamos nosotros y otros 12 del Mando de Operaciones Especiales”, cuenta.
En el caso de España, fue una compañía en dos tandas, ya que compartían mando con Bélgica. El equipo debía instruir a grupos de militares, creados por el propio Ejército de Malí para ser enviados posteriormente al norte con el apoyo de Naciones Unidas y una Fuerza de Acción Rápida francesa. En periodos de diez semanas instruían a los malienses y, cuando estos volvían de su despliegue en el norte, analizaban lo que habían hecho y corregían los errores. “Llegaban con una instrucción rudimentaria y nosotros les enseñábamos conocimientos sobre morteros, carros de combate…”, recuerda el sargento 1º. Una misión de la que ha querido dejar constancia del día a día del equipo y su tarea, es decir: instruir a una Batería de Artillería de Campaña y los pelotones de Morteros de las Compañías de Fusiles. Incide en que “encontramos algunas dificultades porque había malienses que no sabían ni sumar, y eso complicaba la instrucción. Aun así, teníamos presente que debíamos amoldarnos a su sistema de vida, porque para ellos es muy complicado ir al colegio, por lo que en función de sus conocimientos les situábamos en un puesto u otro”.
Aunque ya han pasado varios años desde la primera misión en Bosnia, cada vez que coge el petate para irse, su madre siempre le pregunta si esa será la última. Sin embargo, para Juárez, Malí fue la cuarta salida, y completaba la de Afganistán y el Líbano. Esa fue una de las razones por las que ingresó en el Ejército, quería “conocer nuevos horizontes, nuevos retos, diferentes países, culturas y religiones, porque me interesa mucho la geopolítica del siglo XXI, pero también otras épocas como el colonialismo o los protectorados”, asegura. Precisamente, la iniciativa de publicar este libro Memorias de África (a orillas del Níger) fue porque, sumado a su pasión por la escritura, “cuando fui a Bosnia me hice un montón de preguntas sobre la historia del país que no sabía contestar”. Sin embargo, a este libro, le han precedido otros dos: uno sobre su estancia en el País Vasco entre 2004 y 2007, y otro de la misión en el Líbano en 2010, aunque con carácter familiar.
Por eso, en Malí habló con muchos de sus habitantes, a quienes preguntaba por cosas particulares de su cultura y así poder entender mejor la misión. Algo que le resultó muy fácil, y que se complementaba con el trato con los militares locales, que era muy fácil. Pero Malí también le mostró la parte más amarga de su población: la falta de recursos, de medicinas o el estado de las infraestructuras. Por eso, se queda con la bondad de los malienses: “Tenían poco y te ofrecían todo. Me gusta la gente de aquí. Siempre con una sonrisa en la cara y sin ningún tipo de maldad”, evoca. “África es, sencillamente, impresionante”. Y ese recuerdo lo llevará para siempre en su memoria.